26 de septiembre de 2011

Hotel Moure Experience Santiago de Compostela Galicia

Boa Tarde:

Sí, yo lo he visto con mis propios ojos. He podido disfrutar de la inconfundible singularidad del Hotel Moure en Santiago de Compostela. He comentado en algún tweet anterior lo dificil que resulta describir la esencia de este hotel. No obstante, me atrevo hoy a dar un par de pinceladas.

Se encuentra en una zona profundamente compostelana, muy tranquila, a pocos minutos de la catedral, al lado de Porta da Pena y de Costa Vella. Dada la discreción y sutileza de este concepto de hotel uno puede pasar por delante si percibirlo, sin verlo, como si fuese una de las muchas casitas más que se ubican por la zona. De hecho, a mi me pasó. Tuve que retroceder sobre mis propios pasos para situarme justo a su entrada. Esta perfectamente integrado en la arquitectura local de Santiago.

Lo primero que llama la atención es la ausencia de recepción, en el sentido clásico. Por supuesto que hay un equipo profesional que recibe al cliente y lo acoje debidamente, no obstante, no hay el mostrador habitual con teléfonos, pantalla y recepcionista al uso. Hay clientes, hay personas y hay profesionales que prestan servicio. Quizá por ello en cuanto se entra se respira silencio, discreción e intimidad sin tener la sensación de estar en un hotel. Como en un ambigüo tandem en el que las relaciones tradicionales de cliente y alojamiento se diluyen y el cliente define al hotel y este a su vez enmarca al cliente.

En la planta baja hay una zona de estar que juega con la piedra, el blanco, el cristal, la madera y la luz. Sí, la luz es quizá el elemento más presente, y al mismo tiempo el más sutilmente definido, de todo el hotel. En una de las esquinas hay una zona self-service donde prepararse un tentempié. Está abierta las 24 horas del dia. Dos ordenadores portátiles con internet y una máquina expendedora de productos, todo incluido en el precio de la propia reserva de la habitación, completan el espacio. Un patio interior, habilitado con butacones, invita a salir, a buscar el retiro en compañia de un buen libro o un buen amigo.

Se accede a las habitaciones por la escalera central o el ascensor, bien integrado en el conjunto. Todas guardan y respetan la armonía de los materiales empleados en el conjunto del hotel: piedra del país, luz, el color blanco, cristal. Y todas ofrecen comfort sin aparentar por ello ostenticidad, de una forma limpia, sencilla, sutil, como el color blanco. Algunas habitaciones cuentan con bañera con vistas al exterior, (otra cuenta con bañera situada en el exterior!), de camas amplias, con galería y, esto todas, inundadas de la luz del dia, cambiando a cada instante, con el subir y bajar del Sol.

Mi impresión más subjetiva es la sensación de perder el sentido del tiempo por no tener referencias de ningún tipo. Sí, cuando te acercas a la galería de la habitación a ojear un libro sabes que estás en Compostela al observarla a tus pies desde la ventana, y cuando ves la piedra gallega sabes que estás en Galicia, pero mientas disfrutas de los servicios del hotel esa referencia se evapora y queda uno y los suyos. Y la luz que todo lo inunda y acaricia en este hotel.

Bueno, he intentado perfilar a modo introductorio el hotel Moure. Una osadía, quizá. No hay como vivirlo uno mismo.

Hotel Moure en Costasur

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